-“Mira, tú no eres nadie para cuestionar el trabajo de nosotros.” Tras estas palabras de sentencia, subidas de tono, el funcionario dio la espalda y retornó a su silla detrás del gran cristal sucio de vaho y grasa acumulada de varios meses. Sin quererlo, sus palabras resumían toda la historia. Para este funcionario yo no soy nadie, para este funcionario no hay cabida a la crítica o la autocrítica, para este funcionario no hay derecho a quejarse, para este funcionario los cubanos somos como soldados que tenemos el deber de acatar órdenes sin cuestionarlas. Este funcionario es un cuadro del consulado de Cuba en Barcelona. Este consulado, situado en uno de los barrios más caros de Barcelona, es paradójicamente un sitio sin condiciones. Es pequeño, incómodo y los funcionarios van y vienen tropezando con los que esperan, de pie, a que se les atienda. Con algunos ciudadanos hay cierto “colegueo” tipo “- ahora te lo resuelvo.” que deja fuera de juego todo tipo de protocolo que hayan aprendido… digo mejor, que hayan escuchado en la vieja escuela del MINREX. Hay que mencionar también que muchos de los que esperan en pié a que se les atienda no han venido andando al consulado, pues la mayoría no vive en Barcelona. Algunos, como yo, para llegar es ese lugar (el cual atiende al público solo cuatro horas, cuatro días a la semana) hemos tenido que tomar un autobús, luego un tren y por último un metro. Otros, que aún lo tiene peor, tienen que venir en avión y quizá pagarse una noche de hotel… con todo el dinero que eso comporta.
Pues eso, sumándole más trabas a las trabas está la falta de información, imagina que llegas después de perder un día de trabajo a renovar el pasaporte y algún funcionario te dice te lo hagas en Cuba. Llegas a Cuba (meses más tarde) y te dicen en inmigración que te lo tienes que hacer en España cuando esté próximo a vencerse. Regresas al consulado en España (meses después) y otro, te asegura de que tu condición de salida es temporal y por eso es obligatorio hacérselo en Cuba. A estas alturas solo te queda decir “- y que hago entonces?”. Te dicen entonces que necesitas un papel llamado “Permiso de regreso” que casualmente cuesta más que hacerse el pasaporte completo y siete veces más que el documento equivalente que te hacen en España cuando tienes vencida la tarjeta de identidad y quieres viajar. Pero no te lo pueden hacer en ese momento pues tienes que tener el billete de avión en mano… ah… pero cual Cenicienta con su segunda y bien guardada zapatilla de cristal dices “- vale, yo tengo aquí el billete”. La cara de la funcionaria indica sorpresa, quizá porque es la primera vez que el obstáculo no ha funcionado, no obstante lo he descrito bien, la cara indica sorpresa, pero no derrota. La funcionaria tiene en la manga aún un obstáculo mayor, “- falta más un mes para tu viaje, no te lo podemos hacer hoy.” …y no basta que expliques que vienes de muy lejos, que no puedes perder días de trabajo, que cuesta dinero llegar hasta allí… a ellos les da igual pues como no lo sufren, no les duele. Disciplinadamente (no hay más remedio) te marchas con las manos vacías, sin los documentos que necesitas, pero llenas con el dinero que no te han robado… todavía. Regresas cuando falta menos de un mes para tu viaje y te encuentras con otro funcionario que te explica que tienes que pagar las prórrogas y luego entrevistarte con el cónsul para lo del permiso de regreso (como pequeño detalle que obviaron todos los anteriores, te dice que necesitarás una foto de pasaporte… foto que evidentemente no llevas contigo). Este funcionario te dice que solo debes dos meses de prórroga luego de una rara deducción “lógica”. Tu pasaporte, junto al formulario pasan a manos de un segundo funcionario, este último te llama y sin más preámbulo empieza a hacer otra rara deducción “lógica” para terminar con una pregunta irónica al estilo de “- Y cuantos meses suman eso?” Como evidentemente te das cuenta que el sujeto intenta insultar tu inteligencia, no le respondes como él quiere, sino que repites lo mismo que está escrito en el formulario. Se ríe mirando hacia arriba e intenta explicártelo de nuevo, tu respuesta sigue siendo la misma y cuando llega el momento justo en que se empieza a desesperar le dices al fin que lo que está puesto en el formulario no es un invento tuyo, sino que ha sido deducción de su compañero de trabajo. Su cara cambia, el burlador ha pasado de súbito a ser el burlado. Pero en este tipo de gente, no se puede esperar una disculpa, la reacción es agresiva pues como pasa siempre con cuadros y dirigentes en Cuba, lo que está mal hay que enterrarlo en el momento. Le dices con todo tu derecho ciudadano que estás inconforme con la desinformación y el mal funcionamiento del lugar (lo cual ha costado dinero y tiempo). A esta pregunta un diplomático serio habría dado una respuesta diplomática y seria, pero este funcionario, con una “mecha muy corta” para ser un funcionario público y supuesto representante de los derechos de los ciudadanos cubanos en el extranjero, te sentencia con una frase de salvamento: “- Mira, tú no eres nadie para cuestionar el trabajo de nosotros.”
Podrías haberle explicado muchas cosas, pero un razonamiento fugaz te hace pensar que si en su etapa de formación en la escuela del MINREX este funcionario no aprendió nada y aún así está en ese puesto de trabajo, no aprenderá contigo, ya que a sus ojos no eres “nadie”. Total, que esta vez, al menos sales con la documentación en tus manos, aunque con la cartera vacía y piensas que con todo ese dinero, precio que el gobierno cubano pone al regreso a tu patria, podías haber pagado otro billete de avión para poder abrazar a tu familia más de una vez al año.
No hay comentarios:
Publicar un comentario